¿Por qué estamos tan cabreados?
Hoy de viaje se me ha ocurrido otra posible explicación a por qué estamos tan extraordinariamente tensos y cabreados con las redes sociales
Otra opción para explicar lo que está pasando en el mundo es que quizás no fuimos diseñados para escuchar más que opiniones en confidencia, de nuestro grupo cercano, como una forma de generar identidad del grupo, una forma de construir la narrativa de lo que un grupo es.
Este reciente artículo sobre el poder de las narrativas viene muy a cuento.
La identidad de un grupo se puede construir a base de compartir opiniones con las que nos sintamos identificados. Como el objetivo de esta compartición de opiniones no es buscar la verdad sino sentar las bases de los límites en los que se basa nuestra identidad de grupo, la gente no le dedica mucho tiempo a pensar si está de acuerdo o no y se limita a asentir como señal de sometimiento al grupo.
Las opiniones se convierten en señales periódicas y el estar de acuerdo o no en formas de someterte a la voluntad del grupo. Es decir, el contenido de la opinión es irrelevante, lo que importa es si señalas aceptación o no de lo que te digan.
Pero claro, esto no es escalable. Porque en algún momento te vas a cruzar con alguien que por no compartir identidad contigo, termine quitándote la razón (o por ser alguien menos controlado por las emociones que te cuestione más en pos de la verdad)
Es imposible que con lo grande que es el mundo, no haya una opinión con la que los 8.000 millones de personas puedan estar de acuerdo.
En consecuencia, siempre hay alguien a quién un tweet, un comentario en las redes sociales o una noticia del periódico altera. Y también una opinión que altera al periodista encargado de transmitirla y a ti no, luego te sorprende el sensacionalismo con el que la transmite.
Así que ese es un poco el mundo en el que cada vez vivimos más cabreados porque estamos expuestos a opiniones de multitud de identidades de grupo que nos resultan extrañas en el mejor de los casos y extremadamente ofensivas en el peor.
Y también puede ocurrir que termine rompiendo los países tal y como los conocemos, porque quizás uno de los motivos por los que nos hemos sentido durante décadas cómodos pagando nuestros impuestos, obedeciendo a las autoridades, sometiéndonos a la opinión del grupo o de nuestros gobernantes, es que lo hacíamos dentro de un grupo homogéneo de personas que compartían nuestras opiniones y con los que por lo tanto nos sentíamos identificados.
La censura de lo que se podía airear en público era tal, que apenas jamás eras capaz de escuchar una opinión discordante.
Pero llega internet y resulta que aquellos con los que pensabas que compartías identidad comparten muy pocas cosas contigo y te empiezas a cuestionar porque tienes que convivir e incluso sufragar a gente que no solo piensa diferente, sino con la que compartes más bien poco o incluso se dedica constantemente a ofenderte.
Hay por lo tanto en mi opinión un elemento cohesionador bestial en el hecho de que compartamos opiniones.
Y cuando no lo hacemos, todo parece resquebrajarse.
Debemos ser más científicos. Como comenta Deutsch en la pagina 144 de The beginning of Infinity:
"El científico tiene que valorar la verdad, y las buenas explicaciones, y estar abierto a las ideas y al cambio. La comunidad científica, y hasta cierto punto la civilización como un todo, tine que valorar la tolerancia, la integridad y la apertura al debate".